21 de dezembro de 2014
Pero la maniobra de pinzas entre canonización y biografismo provee una segunda sepultura para los escritores. Una vez que sabemos todo sobre ellos (hasta cómo hay que leerlos), nunca pueden recuperar la invisibilidad que los defienda de las hordas. Eso es lo que intenta ejemplarmente Silvina Arendi, que hasta parece más real que su tocaya
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